miércoles, 23 de marzo de 2011

Recuerdos. chapter 3. (parte3)

La tarde parece transcurrir tranquila y mi casa es tan acogedora como siempre. Ya había terminado todo lo que tenía que hacer, por lo que me dispuse a salir.
“jueves, el día de la autoescuela”- pensé-“me siento un poco ridícula con esta pulsera, pero me gusta esa sensación me hace ser más yo, me hace sentir más feliz.”
Salgo de casa y me tiembla el cuerpo, todavía se nota la presencia del invierno que intenta ganar su última batalla antes de abandonar hasta el año siguiente. Una pulsera de risueños colores colgaba de mi muñeca derecha ya un poco deshilachada por el paso del tiempo, por tantos días, uno tras del otro, sufriendo los achaques de cada movimiento. Esa pulsera me la regalo mi madre y si hay una sola razón por la que la llevo, esa es mi madre.
El ambiente olía a cambios, y también se veía cambiado, el barrio se veía afectado por la crisis que pasaba por entonces las Islas Jónicas. Pero no es una crisis económica, sino es la crisis de Shopie Clever. Una crisis de guerra continua, sin cese, por esbozar una sola sonrisa que recordar. Me cuesta tanto, ni aunque tenga motivos para hacerlo no puedo, no sé hacerlo, se me ha olvidado y necesito a alguien que me recuerde cómo se siente cuando se sonríe. Mi sonrisa parece haber sido censurada de la realidad, una realidad que desearía que fuera ficticia y poder retomar los días en los que sabía sonreír.
De vuelta a la realidad. La calle está sombría por las casas y un joven de entre 20 y 25 años corre con los cascos puestos y a la vez parece cantar la canción. Más allá, casi en el final de la calle un puestecito de artículos artesanales o no tan artesanales ya que dice que son artesanales pero en verdad si le das la vuelta al artículo ves que pone made in china, por lo que no creo que sea artesanal. Estas son las cosas que aprendes cuando llevas mucho tiempo en la calle de Soudidas.
Avanzo, despacio, sumergida en mi mundo. Abro el bolso para buscar el móvil y decirle a Rena que quizás llegue tarde, al paso que voy seguro, pero no tengo ganas de cambiar el ritmo, supondría demasiado esfuerzo y en este momento no tengo ganas. Contactos, Rena Spirit, enviar mensaje, “quizás llegue tarde pero no me esperes ponte en la cola y si no llego para entonces pasa de mí”, no se para que le digo que no se ponga nerviosa si se perfectamente que lo estará para cuando yo llegue. Guardo el móvil y subo la mirada. Todo está en orden ninguna  novedad y todo como siempre.
Ahora cojo los cascos. Suena “With me” de Sum41, cierro los ojos y me relajo con el sonido de la música, nada más que ese sonido tiene permiso para entrar en mis odios, nada puede interrumpir la conexión entre la música y yo. Abro los ojos para comprobar que no hay obstáculos, ahora estoy en la calle del mercado en la que hay muchas tiendas con objetos de muy variada clase.
Alguien corre y todos se apartan a su paso, me entra el pánico pero no se responder, estoy paralizada, y todo me da vueltas y un recuerdo.
Salía de la escuela un 10 de abril de 1997, la profesora nos acompañaba a mis compañeros y a mí hasta el umbral de la cerca. El puerta era enorme y me daba miedo, tenía tallados en hierro ya un poco oxidado unas curvas desordenas, pero para mí parecía como polvo visto a cámara lenta y yo era alérgica al polvo. Me causaba pudor y todo parecía acecharme por todos lados, no sabía que hacer quería cerrar los ojos y dirigir mi mirada a otra parte correr, huir de aquel lugar y dejarlo todo atrás. Entonces un compañero, Gabriel, me empujo sin darse cuenta e hizo que perdiera la concentración, gracias a ese empujón todo ceso y se desvaneció en el pasado, y olvidarlo lentamente.  En ese momento Rose se acercó y se agacho suavemente y con una sonrisa me dijo “venga cariño, papa está ahí.” Dijo señalando a mi padre. Entonces el alzó la mano y me saludo divertido. Corrí y fui a abrazarlo a ver si eso me aliviaba mis remordimientos y recuerdos como el de aquel umbral.
De repente me sentí vacía y sin remedio. Miraba a todos lados a ver si por suerte aparecía un Gabriel que me salvara de esta, pero sin suerte.
Jonh, él, salió en ese mismo momento de una tienda de suvenires y lo miré con los ojos un poco llorosos, al poco comprendió mi situación y se apiado de mí.  Miré a quien corría, llevaba una capucha y una maleta que sonaba a cada paso que daba. Todo parecía  ir muy despacio en mi mente. Volví la vista para mirar a John, se disponía a placar al atracador y así poder sacarme de mi humillante trance. El atracador avanzaba veloz y desde mi punto de vista solo estábamos John, él y yo.

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