domingo, 29 de mayo de 2011

Renaciste en un aullido a media noche. Chapter 4 (parte 3)

   -¿qué tal, cómo te has despertado? – John está cerca, siento su calor como mío, me acaricia el brazo izquierdo con suavidad. Me lo dice en tono preocupado, como si tuviera mala cara y de momento me siento ridícula, por no saber qué pinta tengo, no me he dado tiempo a pensar en mi aspecto y ahora me avergüenzo, pero intento parecer indiferente a ese pensamiento y actuar como si estuviera resplandeciente y esbozo una sonrisa, para parecer que tengo buen aspecto.
   - Sí, me he levantado muy bien.- intento disimular que se cuál es mi aspecto, sonrío y miro su mano rozando mi piel, me despreocupo, no tengo mal tono de piel al menos. Levanto la mirada y vuelvo a caer hechizada en la suya. Ahora sus ojos proyectan felicidad, como si lo peor ya hubiera pasado y el sufrimiento se olvidara simbolizado en mi sonrisa. Cuando me doy cuenta ya no me está acariciando el brazo, sino que me ha cogido de la mano.
   - ¿Quieres desayunar algo? Seguro que estás hambrienta, para tu información llevas dos días inconsciente, ayer te dieron el alta por la tarde y te trajimos a la playa. Yo se lo dije a tu padre y le gustó la idea. Por cierto, las tortitas de tu padre son estupendas.- el recuerdo del 21 de junio de 1998 se repitió sin advertir si quiera en mi mente, y empecé a odiar a John. Pero intente convencerme a mí misma de que no era su culpa, pero al parecer no puedo discutir conmigo misma. Era imposible hacerme cambiar de opinión. Y pacte conmigo misma que lo odiaría en secreto.
   - Bueno, es un sitio precioso... gracias John. – digo, borrando de mi mente aquel pensamiento, le miré sonriendo, y me apoye en su brazo como señal de que todo iba bien. Él me devolvió la sonrisa y me vi incapaz de apartar mi mirada de la suya. Me siento estúpida, la profundidad de su mirada y el brillo de sus ojos verdes me deja en estado de éxtasis, es como una droga a la que no me puedo negar y que espero no perder, no como la sonrisa de mi madre, por lo que me prometo en este momento protegerlo en todo lo que pueda, no creo que pueda soportar otra perdida. Despierto de mi estado y miro para el frente, aun sonriendo y me llega el olor a tortitas de mi padre. Otra cosa que me debilita y que tampoco pienso perder, mi padre es la única familia estable que me queda. Debo de ser como el ángel guardián de esos dos hombres. Mis hombres. Y los únicos que me quedan.
Traspasamos la puerta que da a la cocina. Mi padre tiene el delantal puesto, como buen cocinero que es. Y el olor de las tortitas se hace mas intenso y me envuelve dejándome otro recuerdo.
Domingo por la mañana. El día comienza temprano, ya estamos en primavera y amanece antes. Una brisa agradable me eriza los pelos de los brazos, me doy la vuelta todavía acostada en mi cama y veo a mi madre que esta junto a la ventana recién abiertas observando como despierto, el ángulo en el que penetra la luz la hace más bella al igual que a su sonrisa, pero a diferencia que su sonrisa siempre el igual de preciosa. Siempre soñé tener la sonrisa de mi madre, pero ninguna sonrisa iguala  la suya, la piel se le arruga levemente en la mejilla formando hoyitos perforados en la piel que resaltan la forma de sus ojos. Creo que nunca vi sonrisa más hermosa.
   - Buenos días princesita.- la voz dulce e mi madre hizo inevitable que sonriera, todavía con los ojos achinados por la molestia del sol recién despierta.
   - Buenos días mama.- dije en un bostezo y vi como mi madre soltaba una carcajada por mi bostezo.
   - Vamos, dormilona, que papa ha hecho tortitas.- entonces me di cuenta del dulce olor que me llegaba desde la cocina, me estire y me dispuse a ir a desayunar.
   - ¡Chicas, vamos que las tortitas ya están listas!- gritó mi padre desde la cocina.
Me apresure a lavarme la cara y ponerme las zapatillas. A la salida del baño me esperaba mi madre.
-                     vamos cariño.- dijo mi madre ofreciéndome la mano para acompañarme al desayuno.

Realidad. Mi padre había preparado la mesa para John y para mí, al parecer él ya había desayunado. Mientras yo disfrutaba de mi desayuno, mi padre se sentó en un taburete de la cocina ver la televisión, salieron los anuncios, un anuncio de fuel for live, en donde salen modelos brasileños con una buena formación física intentando que compren el producto, una colonia.
-                     Pues yo estoy mejor que ese tío de hay.- dice John apretando los músculos, suelto una carcajada casi inexistente y miro a mi padre que mira a John con el ceño fruncido, pero con una sonrisita delatante. Decido que no odio a John. Es más me gusta John.

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