sábado, 4 de junio de 2011

Renaciste en un aullido a media noche. Chapter 4 (parte 8)

Miro para abajo intentando parecer alagada. Pero me invade una sensación de malestar. No lo soporto. Quiero gritar. Pero a John no sería capaz. Ha hecho demasiado por mí. No se lo merecería. Una lágrima intenta caer  por mi mejilla, imparable, veloz. Espero que no se dé cuenta. Noto su mirada atenta en mí y me contengo la lágrima, ya habrá muchos más motivos para derrocharla, hora no es el momento. Temo ser descubierta. Debo reaccionar, cualquier movimiento que no levante sospechas de lo que siento. John se ha movido. Normal que se halla cansado de ver a una niña haciendo el tonto solo porque le ha dicho que tiene los ojos bonitos. Yo también me odio en este momento. Levanto la mirada. Parece un desesperado, no sabe qué hacer conmigo. Seguro que ya se está hartando de mí. Mira al cielo, le ciega la luz, por lo que cierra los ojos. Algo me ha abandonado. Ya no siento su mirada. Pero, sin embargo, su presencia prevalece, ese cuerpo perfecto. Con la curvatura perfecta en la espalda. Las piernas musculadas, pero no demasiado, al igual que los brazos, que uno suyo es como dos míos, definitivamente atractivo. Suerte. Eso es lo que tengo yo. Y no me siento merecedora de este premio que me concede la vida, arrebátamelo cielo, pues yo no puedo poseer algo de lo que no soy merecedora. Tonta me deben llamar en todas partes, estoy perdiendo el tiempo pensando en esto. Hacen casi 10 años de la muerte de mi madre y su memoria no me ha abandonado, pero eso no es lo que me preocupa, sino que me está arruinando la vida, nuca volveré a ser yo. Pero todo se puede intentar. Y yo lo intentare ahora. Valor.
   - John.- reacciona a la llamada de mi voz. Ladea la cabeza, baja los brazos y los deja colgando. El verde de sus ojos está clavado en mí.- perdón, pareceré idiota, es que mi madre me ha dejado una marca que es imposible de quitar. Ah, y gracias,-sonrío, y el suspira, le he quitado una gran peso de encima.- tus ojos también son muy bonitos, incluso más que los míos, seguro.- sonríe, se acerca a mí. Y yo no aparto mi mirada de sus ojos. Me acaricia la mejilla. Su mirada sigue atenta la forma de mi cuello en coordinación con el movimiento de su mano, yo sigo mirándole los ojos, sigue acariciando mi hombro, y llega a mi brazo. La mano. Me toma la mano y sube la mirada. La suya se encuentra con la mía.

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