Renaciste en un aullido a media noche. Chapter 5 (parte 8).

La mesa está limpia, John tampoco ha pensado en la cena en ningún momento. Tengo los ojos enfrascados en lágrimas, esto es más serio de lo que cualquiera al que se lo contara pudiera pensar. Escucho los leves ronquidos de mi padre ¿Cómo se lo explicare a él? No creo que sea el momento propicio para pesar en ello, lo que deba pasar pasará en el momento y pensaré como decírselo en el momento, seguro que si ideo un discurso ahora mismo, mañana no me saldrían las palabras, sería una estupidez. Me como mi cena con mi lentitud habitual en estos momentos. Entonces capto el sonido de John en el cuarto de arriba, parece que se halla dado un cabezazo en la puerta y además, está llorando, su respiración entrecortada lo delata. Me levanto de la silla y me vuelvo a acercar otra vez a la nevera, le hago otro sándwich a John y le llevo mi lata de Fanta, solo me he bebido un sorbito y no la desperdiciare teniendo en cuenta que él tampoco ha cenado y apenas toco el helado de antes. La imagen de la silueta se me repite en la mente una y otra vez como si nunca hubiera terminado realmente, dolorosa. No sé qué es peor, si vivir con la tortura del recuerdo de la muerte de mi madre o con el recuerdo de esa persona. Ahora me siento más cerca del peligro que aquella noche, ahora me siento más cerca de la muerte viendo la silueta del hombre a ver la silueta del lobo desde mi ventana. Aun así, el miedo parece el mismo. El miedo a que cualquiera, incluso yo, pierda el brillo de los ojos, lo pierda todo y que solo este acompañado por la muerte, que toda una vida de sufrimiento, sacrificio, felicidad, miedo, se pierda. Mi punto débil es ese, siempre lo supe y siempre lo asumí, desde muy pronto vi absurdo ocultarme a mí misma que eso era cierto, que yo tengo miedo a la muerte en general, la muerte de los demás y la mía. El mundo se me cae encima poco a poco y se ríe de mí haciéndome sufrir en una muerte lenta, muy lenta.

Cuando me quiero dar cuenta estoy frente a la puerta de la habitación de John, parece haberse calmado. Temo girar el pomo de la puerta y verlo destrozado, pero de todos modos es lo que me espero, ¿Qué menos en esta situación? Yo estaría más o menos igual. Me siento inútil, sigo delante de la maldita puerta sin poder abrirla más que por miedo, porque tengo las manos ocupadas. Que tonta. Me pego el plato al pecho y pongo la lata entre el pecho y el plato y así tengo una mano libre. Decido no vacilar y abro la puerta decidida, demasiado decidida, tengo los ojos como platos y la cara me arde. He girado el pomo muy rápido y he impulsado la puerta contra la pared con demasiada fuerza, tanto que casi se me vuelve a cerrar. John, que estaba tirado en la cama se ha incorporado ante mi movimiento. Parece furioso como si yo fuera la silueta negra de la playa. Y parece como si me estuviera esperando. Esbozo una sonrisita torpe, como para excusarme de mi estupidez. Lo he tenido que asustar, con todo lo que ha pasado era el peor momento para hacer eso. Que estúpida. El destensa los hombros y apoya las manos en la cama. Me fijo en el objeto que porta, lo tiene bien agarrada, como si le fuera la vida en ello. Es una navaja. Joder sí que se lo ha tomado en serio, yo quizás no habría llegado a tanto, se nota que quiere seguir vivo a diferencia de mí que lo he estado asumiendo.